Non può vivere bene chi non è in pace con il suo corpo.

Maria Raffaella Dalla Valle
IL DIARIO

martedì 5 gennaio 2016

¿Dios es nuestra madre?

Jutta Burggraf

Una mirada hacia el misterio trinitario nos esclarece que el Dios de los cristianos no tiene nada que ver con aquel “soberano solitario” contra el que luchan racional y, sobre todo, emocionalmente algunos representantes de la teología feminista.
Hoy en día la teología feminista es ampliamente conocida y, en algunas de sus múltiples ramas, también reconocida por los mejores teólogos actuales. Se ha visto, después de una larga época de discusiones vehementes y dolientes, que no pocas de sus exigencias son razonables y justas. ¿Sería necesario sustituir el nombre de «Dios Padre» por el de «Dios Madre», para liberar así a la humanidad de las ataduras del mal, del patriarcado?.Antes de responder, resumiré brevemente lo que dicen algunos representantes de la teología feminista al respeto.

Dios es nuestra madre?


Nota final. Una mirada hacia el misterio trinitario nos esclarece que el Dios de los cristianos no tiene nada que ver con aquel «soberano solitario» contra el que luchan racional y, sobre todo, emocionalmente algunos representantes de la teología feminista. En Dios hay lugar para el otro, para los demás. En su interior se nos descubre un nosotros eterno, una vida de amor y entrega infinitos entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. La divinidad la posee el Padre en la absoluta comunión con el Hijo y con el Espíritu Santo. En la Trinidad, «la totalidad de la Persona es apertura a la otra, paradigma supremo de la sinceridad y libertad espiritual a la que deben tender las relaciones interpersonales humanas». Existe en Dios completa unidad y, a la vez, se pueden descubrir diferencias constantes que nada tienen que ver con diferencias jerárquicas o de grados de importancia. Las mujeres que profundicen en este misterio no pueden sentirse oprimidas o heridas por estos nombres masculinos de Dios. Padre e Hijo les revelan precisamente que la distinción es igual de originaria e importante que la igualdad, que es justamente ella la que hace posible la comunión divina. Comprender esto significa poder aceptar las diferencias entre las personas humanas como enriquecimiento. Y se comprende cómo llegar al auténtico desarrollo del propio yo: en la dedicación afectuosa al otro, al tú divino y al humano.

Jutta Burggraf fue Profesora de Teología Dogmática y de Ecumenismo en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Falleció el 5 de noviembre de 2010. 
Publicado: 08 Mayo 2015

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