El dolor y la muerte no tienen la última palabra en
el mundo. Después de la cruz viene la alegría de la resurrección. Al fin de los
tiempos, resucitará todo el hombre, con cuerpo y alma.
Resurrección
de todo el hombre
Según la visión cristiana del mundo, el hombre es
verdaderamente su cuerpo. No se reduce a poseerlo o habitarlo. Existe en el
mundo no solamente “a través de su cuerpo” (Merleau–Ponty), sino “siendo su
cuerpo” (Congar). Por su constitución intrínseca, es su cuerpo y a la vez,
misteriosamente, lo sobrepasa.
Para la teología bíblica, el cuerpo no es sólo la
substancia químico–biológica de nuestra carne, es mucho más que la figura
externa y visible de nosotros. Entendemos por “cuerpo” nuestra relación íntima
con el mundo. El cuerpo es para el hombre un medio de expresión. [1] Da a
conocer su mundo interior, “traduce” las emociones y aspiraciones, la alegría y
la decepción, la generosidad y la angustia, el odio y el amor. El cuerpo es
también un medio de acción en el mundo. “El significado del propio cuerpo
emerge precisamente del hecho de que el hombre será para ‘cultivar la tierra’ y
‘someterla’. ”[2] El hombre forma el mundo mediante sus manos. Es, según decían
los antiguos, inteligencia y manos (“ratio et manus”). [3]
Algunos autores afirman que, mientras el alma es el
“órgano interlocutor” al que se dirige el mismo Dios, el cuerpo es el “órgano”
mediante el cual nos relacionamos con el mundo, [4] con otras personas, con la
naturaleza y la cultura. “A través de nuestro cuerpo, nos expresamos en el
mundo y recíprocamente, en nuestro cuerpo se expresa el mundo en nosotros.” [5]
En este cuerpo y en las relaciones que él hace posible, vivimos, amamos y
sufrimos. El cuerpo pertenece a nuestra identidad, le da una impronta honda, un
sello determinado. Por ello, no podemos simplemente “desechar” el cuerpo
después de la muerte y tomar otro completamente nuevo, en un contexto
absolutamente distinto y una red de relaciones interhumanas que no tienen
relación alguna con las anteriores. Si es verdad que nos está prometida la
salvación total y completa, la alcanzaremos sólo para el alma y el cuerpo a la
vez: en concreto, para este cuerpo nuestro que es parte de nuestro ser
personal. [6]
__________________________________
[1] Cf. K. WOJTYLA: Persona y acción, Madrid 1982,
p.2.
[2] JUAN PABLO II: Alocución, 31–X–1979.
[3] CF. J. MOUROUX: Sentido cristiano del hombre,
Madrid 2001, p.75.
[4] Cf. J. PIEPER: Tod und Unsterblichkeit, München
1968, pp.38; 167. J. RATZINGER: Escatología (=Curso de Teología Dogmática IX),
Barcelona 1984, pp. 148–153.
[5] M. KEHL (siguiendo a G. GRESHAKE): Und was
kommt nach dem Ende? , cit., p.69.
[6] TOMÁS DE AQUINO comenta que no se puede hablar
de “resurrección” si no se trata del mismo cuerpo. Summa Theologiae suppl., q.79, a.1. Se puede tener en cuenta que es
el alma (“forma corporis”) que hace de la materia el propio, el mismo cuerpo.
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